Dice la leyenda que, allá por los años 50, un hombre llamado Julián Santana decidió recolectar todas las muñecas que aparecían en la zona del canal, después de que una joven muriera allí ahogada.
El hombre decía que había oído los lamentos de la muchacha y, desde entonces, decidió colocar allí las muñecas o partes de ellas que iba encontrando como supuesto símbolo de paz y protección, a fin de espantar a los espíritus malignos.
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